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Anticipación e Incertidumbre

newsletter Oct 05, 2021
Foto de Fernando Flores

La incertidumbre tiene que ver con la naturaleza de los seres que somos, seres históricos, con imaginación histórica y afectada por la historia. También tenemos imaginación creadora y cambios que van ocurriendo. Y en ello, de repente, hay fenómenos inesperados, por ejemplo -en el caso del tiempo que estamos viviendo- sabíamos de los virus, pero no de éste en particular. La pandemia tiene un aspecto biológico, pero lo más terrible no está en él sino que en lo que hemos hecho con él: en la desazón, en la falta de preocupación, de colaboración de los gobiernos, en la existencia de gente que no cree en las vacunas.

Tenemos que preocuparnos de hablar de anticipación en el contexto de incertidumbre. La incertidumbre no es buena ni mala, es parte de la vida. Gracias a ella tenemos sorpresas, regalos, y también cosas malas que nos ocurren, como por ejemplo un cáncer, un accidente, la muerte de alguien querido. Ahora, dentro de nuestra maduración, una de las cosas que tenemos que entender es la muerte. La muerte no es una sorpresa, lo que no sabemos es cuándo llegará, pero sabemos que, entre más edad tenemos, más cerca está la posibilidad de ese momento. Igual puede llegar en cualquier minuto, por eso muchas veces cuando hay miembros de la familia más jóvenes que mueren, uno dice: ¿por qué les tocó a ellos y no a mí?

El primer acto de madurez en la vida es aceptar la mortalidad, ¿Cuántos de ustedes están en paz con ser mortales? ¿Y con conseguir más paz?

¿Qué es lo bueno de reconocer la mortalidad? Que nos permite enfocarnos y nos permite dar gracias a lo que recibimos. Nos permite saber que hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir. Ese es el primer punto de la sabiduría: empezar a aceptar la incertidumbre.

El mundo biológico no funciona como el mundo físico, el del Sol y la Tierra. Hace tiempo que esos dos están enamorados uno con el otro. Gracias al Sol, la Tierra produce vida.

¿Cuánto tiempo lleva esto?

Bueno, sabemos algunas cosas, que el Sol tiene una vida en torno a los 4 mil 600 millones de años y la Tierra, 4 mil 500 millones de años. Hay aproximadamente 8 mil millones de años donde no había Tierra, todavía se estaba formando. La vida tiene menos edad. Los primeros organismos datan de 2 mil 500 millones de años y eran microscópicos que prácticamente vivían en el mar. Esa es la escala del asunto. Pero la vida requiere recurrencias, como el movimiento de la Tierra alrededor de sí misma y del Sol: la noche, los ciclos, las estaciones. Todo implica estabilidad, porque con puros cambios no funciona.

La vida tiene una gracia: puede aprender. Los organismos vivos aprenden y tienen respuestas ricas y cada vez más complejas. En la escala de la evolución hay una cierta flexibilidad que empieza a aparecer y que da origen después a la libertad y a muchas otras cosas. Tenemos que aceptar eso, enamorarnos y verlo.

Si nos vamos a la mente, no está en el cerebro. Está en la capacidad de discriminar que tenemos los organismos vivos que se llaman seres humanos, ahí está esa capacidad de conectarse con el mundo, no solo con el físico sino con el mundo social, imaginario e histórico en el cual vivimos. Ese es el mundo que tenemos que navegar.

Hoy en día la pandemia nos trae un regalo, pero antes de hablar de eso déjenme hacer una distinción: El virus es un fenómeno biológico y por cierto médico, pero la pandemia es un fenómeno social. Es el cambio de la imaginación que se nos produce con su presencia. Si nos hubieran preguntado hace dos años si esto iba a pasar, que íbamos a estar un año y más en nuestros hogares, que los gobiernos iban a estar con desazón, que las economías iban a bajar como han bajado, que las aerolíneas iban a perder el 80% de su tráfico o más… Nada de lo que hemos visto podíamos pensar que iba a pasar planetariamente. Esa es otra cosa extraña, había enfermedades, patologías locales, pero una pandemia planetaria no se conocía desde hace muchos años, menos en esta modernidad que tenemos hoy en día.

La pandemia es un fenómeno de un cambio en la imaginación de lo posible y, por lo tanto, en los estados de ánimo, porque de ellos dependen la imaginación de lo posible y, por lo tanto, producen mucha desazón por no saber. Es más que la desorientación, es una desorientación con un dejo de amargura, de pesar, que aunque la superemos, nos queda. La pandemia es como un gran mito monstruoso que apareció y que emerge inesperadamente en un tiempo muy corto. La pandemia nos obliga a cuestionarnos nuestras certezas, sobre cómo imaginamos, cómo invertimos, etc. Pero lo inesperado también puede ser positivo, por ejemplo, para la compañía zoom la pandemia fue un regalo. Creció exponencialmente y, por lo tanto, el valor de ella aumentó, su influencia, y también han surgido competidores.

La pandemia es un mito monstruoso, es como un monstruo. Esos animales mitológicos como King Kong o los dragones; ¿por qué tenemos que imaginarnos una vida que trae desazón y destrucción?

No estábamos preparados para pensar, no estábamos preparados para estar alertas, menos para organizarnos ni para cooperar.

No basta anticipar el qué, hay que atonarse en la anticipación, y yo diría que el primer estado de ánimo que tiene que aparecer es serenidad. Serenidad no significa resignación, no significa lentitud, significa hacer un justo balance en las prioridades de lo que debo preocuparme, con qué estilo, y de lo que debo despreocuparme y cambiar, reorganizar prioridades. Una de las cosas más fundamentales: la reorganización de las ofertas.

La anticipación no consiste en tener información correcta ni en predicciones, lo cual no quiere decir que sea caótica. El mundo sigue teniendo cierta coherencia, como la recurrencia del día y la noche, de las estaciones, o de las corrientes marinas que no se repiten, pero se mueven dentro de cierto rango.

Ahora que tenemos algo nuevo, tenemos en el horizonte algo más grave que la pandemia: el llamado calentamiento global, cambio climático o yo diría la gran catástrofe que emerge hacia fines del siglo, con cambio climático, cambio migratorio, que van a significar cambios políticos, crisis de todo tipo y desigualdades, eso va a afectar no a nuestra generación sino a las generaciones que vienen. Entre más jóvenes son, más van a estar afectados por las decisiones que hoy tomemos nosotros. Hablamos del amor real por los niños, pero no hablamos del amor real por el mundo que les va a tocar vivir, y esta es primera vez en la historia de la humanidad que es así.

Extracto de conferencia de Fernando Flores

para el programa Navegando

1 de junio de 2021

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